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1º Premio “Lugares” – Camila Alvarez
Lugares Imaginarios
Esta serie forma parte del ensayo fotográfico sobre los lugares
imaginarios que construyen los internos en un hospital psiquiátrico.
Para quienes viven en una institución cerrada como el Hospital Borda de
la Ciudad de Buenos Aires, cuya conformación del espacio contribuye a la
visibilidad de los cuerpos, las características que adopta la dimensión
correspondiente a lo privado se encuentra subvertida y aparece expuesta
a las miradas. La intimidad encuentra su lugar no ya en la ocultación
física (en términos de H. Arendt), sino en ciertos espacios que, al
erigirse en el reino individual de las ideas y pensamientos, se tornan
privados.
Algunos internos eligen determinados sitios y se apropian de ellos
marcando mojones en su mundo personal, sobre los cuales depositan un
caudal imaginario que es propio. A estos sitios los denominé lugares
imaginarios, y constituyen un dominio cuya construcción no es exclusiva
de los pacientes mentales, pero que en la vida de personas internadas en
un hospital psiquiátrico cobra un sentido diferente y una dimensión
mayor, debido a las restricciones que la vida allí implica. En un
contexto espacial institucional en el cual es ínfimo el espacio cedido a
la intimidad, lo íntimo cobra una cierta exterioridad.
Tomé como referencia los planteos que hiciera G. Bachelard, quien
considera los espacios de soledad desde el topoanálisis, tratando los
lugares no en su objetividad sino como proyecciones de imágenes.
A diferencia de Goffman, quien agota los territorios privados en su
correlato físico, incluí dentro de la categoría de espacio privado
ciertos sitios que no dependen exclusivamente de una materialidad para
su existencia. Siguiendo los planteos de H. Lefèbvre acerca de la
dimensión mental del espacio, comencé a ver estos otros espacios que
eran propuestos asimismo por los internos. Estas representaciones
privadas constituyen actitudes significantes como “prácticas capaces de
inventar espacios” (M. de Certeau).
Este mundo adquiría las características de inmensidad íntima, al que
los demás no tenían acceso: aún estando rodeados de personas, les era
posible ubicarse por fuera del mundo próximo, entrando y saliendo sin
necesidad de moverse físicamente, sino cambiando el signo de la vivencia
del espacio.
Retratos en lugares imaginarios
Habiendo finalizado el trabajo de campo para mi tesis de licenciatura, y cerrado el ciclo anual del curso de fotografía que dicté en el 2003 en el Borda, comencé a interrogarme sobre la posibilidad de dar cuenta de algunos de esos lugares personales en imágenes.
Intenté en cada retrato plasmar en una imagen algo de esos lugares imaginarios, la dimensión más subjetiva del espacio, el lugar vivido, practicado. Tomar fotografías de esos espacios no mostraría más que recortes anónimos en el ámbito hospitalario; pero fotografiar a las personas en relación a esos sitios restituye y materializa algo de su componente imaginario. No hay evidencia clara de las características de cada uno de estos parajes en las imágenes, porque la naturaleza de estos lugares no es física. Apelo a la capacidad de la fotografía de abrir una ventana al mundo (P. Dubois) para crear esa espacialidad en el mismo acto fotográfico, materializando algún aspecto de sus mundos interiores proyectados en el exterior.
1º Premio “Prácticas” – Lorenzo Cañas Bottos
Vida Religiosa de Anabautistas en Tarija, Bolivia.
Transcurrían los últimos años del siglo XX. Gerardo, un habitante de
una colonia Menonita en Santa Cruz de La Sierra, había recibido a
Sergio. Un Quilmeño que, en su larga búsqueda religiosa y tras un
peregrinaje que lo llevó desde las entrañas del heavy metal hacia el
adventismo primero y el pentecostalismo después, había fallidamente
intentado integrarse a la colonia Menonita en La Pampa. Desde allí lo
dirigieron a las colonias en Bolivia. Con su esposa y cuatro hijas
partió hacia Santa Cruz. Gerardo recibió a Sergio en su casa, y las
discusiones que tuvieron sobre la palabra de Dios los hicieron sentir
“hermanos en Cristo”. Gerardo intento negociar la integración de Sergio y
su familia en la colonia, pero debido a las ideas que había
desarrollado, Gerardo fue forzado a dejar las colonias. La universalidad
de la aplicabilidad de la “Buena Nueva” y el llamado misionero (y no
restringida a un “pueblo” definido en términos de descendencia común),
el lavamiento de los pies (que no era ejercido en las colonias), el
bautismo por inmersión, y la regularidad semanal en el compartir el pan y
el vino, conjuntamente con el reavivamiento pentecostal fueron algunos
de los puntos de disidencia. En una hacienda en Tarija, que previamente
había sido la base de operaciones de una fallida colonia Amish, Sergio,
Gerardo y sus familias, se unieron a otras dos de disidentes menonitas y
tres de origen boliviano. Desde allí, la comunidad de Valle Peregrino,
se dedicaría a llevar a cabo una vida “Cristiana”, dedicada a la
glorificación de Dios, el estudio y diseminación de su palabra tanto
dentro como fuera de las colonias, y dedicándose a actividades
agropecuarias para poder subsistir. La serie fotográfica documenta
aspectos claves de la vida religiosa de Valle Peregrino.
1) Bautismo. Sergio en el proceso de bautizar a Silverio en el rio. Silverio había llegado a la comunidad en estado de coma etílico. En Valle Peregrino se lo cuido y se le dio trabajo. Luego de dos años de vivir en la comunidad, Silverio anunció su voluntad de “entregar su vida a Cristo” y demostrarlo mediante el Bautismo. Fue una decisión recibida con mucha alegría y el bautismo ocurrió la semana siguiente.
2) Llevando la luz. Sergio y Gerardo trabajando en la preparación de textos para la diseminación del Evangelio. En Valle Peregrino se tenia una actitud similar a los menonitas respecto de la apropiación selectiva de la tecnología. No se utilizaban lámparas eléctricas, pero si se permitía el uso de herramientas eléctricas y el uso de generador. La laptop fue aceptada ya que, en base a un artículo que habían leído, había un código en la Biblia que podía ser decodificado solamente mediante el uso de computadoras y que mediante el mismo se probaba la inspiración divina de la misma. De esta manera, la computadora ya había sido pre-vista por Dios para la verificación de su palabra, y por ende podía ser utilizada para facilitar la evangelización.
3) Momento de oración y arrepentimiento. Dos veces a la semana los habitantes de Valle Peregrino se encuentran para los cultos en la casa de Sergio. Generalmente llevados a cabo en horario nocturno y a la luz de las velas, incluyen secciones de predica, alabanza, oración, arrepentimiento, reflección, comunión y lavamiento de pies.
Mención Especial “Lugares” – Eva Bidegain
El ensayo fotográfico muestra lugares de práctica antropológica. Los espacios y situaciones del hospital documentan un proceso de transición del viejo Hospital al nuevo Hospital Escuela de Agudos, en la ciudad de Posadas, Provincia de Misiones, Argentina. La transición implicó nuevas construcciones edilicias e incorporación de tecnología médica y sistemas de información. La tensión entre lo viejo y lo nuevo fue la expresión de la incertidumbre reinante en la vida íntima de la organización (GOFFMAN) ante los cambios y las problemáticas irresueltas como la situación laboral precarizada de los trabajadores de la salud y la calidad asistencial.
Mención Especial “Prácticas” – Juan Carlos Radovich
Las fotografías presentadas, fueron tomadas en el mes de febrero de 1985, durante una investigación de campo realizada en la localidad guaraní (chané) de Tuyunti, cerca de Aguaray, departamento General San Martín, en la provincia de Salta, en el marco de un proyecto que contemplaba el registro de historias de vida (que fueron realizadas principalmente con ancianos de la localidad), con el fin de elaborar futuros materiales didácticos con elementos de la historia local, para ser utilizados en la escuela de la comunidad, con niños que cursaban los estudios primarios.
Las fotos tomadas registran el momento en que Alejandro Chaile, un poblador de Tuyunti, comienza a confeccionar una máscara en madera del árbol denominado “Palo Borracho”, “Yuchán” o “Samohu” en sus distintas variedades (chorisia insignis y chorisia speciosa). Se trata de una especie que crece en las laderas de los montes cercanos adonde hay que trasladarse para obtener dicha materia prima. Debe tenerse en cuenta que debido al inmediato secado natural de la húmeda madera, debe procederse con rapidez para evitar el quiebre de la misma durante el corte y el tallado. De este modo cuando se derriba un ejemplar, los distintos artesanos de la comunidad lo comparten para evitar desperdiciar un ejemplar del cual se pueden llegar a elaborar varias máscaras. La que se ilustra en las fotos es la que suele denominarse en la lengua guaraní “aña hanti” y que se utiliza junto con otras, de diversas formas y denominaciones, durante la fiesta llamada “Arete Guasu”, rito agrario que se lleva a cabo cuando madura el maíz (“abatí”) en el momento en que la constelación de las Pléyades alcanzaban el cenit en el cielo nocturno. Dicha celebración fue asociada al Carnaval debido a la injerencia cristiana.
Durante la época en que fue llevado a cabo la investigación de campo y también en la actualidad, la confección de máscaras en madera (tarea eminentemente masculina de acuerdo con la división del trabajo en el seno de la unidad doméstica), se fue mercantilizando paulatinamente, constituyendo una de las fuentes de ingreso locales junto con la producción agrícola. La producción artesanal coexistió con los ingresos extraprediales provenientes del trabajo asalariado, principalmente en tareas de exploración en el monte para empresas que explotaban hidrocarburos en las zonas circundantes. Durante el proceso de desinversión llevado a cabo en la región luego de la privatización de la empresa YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), la producción artesanal cobró cierta importancia como fuente de ingreso, fortalecida también por la ampliación de los mercados para la comercialización de las artesanías producidas por los pueblos originarios. En lo que respecta a los canales de comercialización, las principales ventas se realizaban a comerciantes intermediarios itinerantes, quienes compraban la producción artesanal en forma periódica u ocasional. Generalmente en este tipo de transacciones la posición de los artesanos solía ser desventajosa en cuanto al precio pagado por las piezas logradas. Con el transcurso del tiempo se fueron desarrollando nuevas fuentes de comercialización más favorables para los productores locales.
Mención Especial del Jurado – María Pita
Las fotografías fueron tomadas en distintos momentos del trabajo de campo de la investigación para mi tesis doctoral, que trata sobre las muertes producidas por la violencia policial; sobre esas muertes que se han dado en llamar de “gatillo fácil”. La investigación ha buscado dar cuenta de las formas particulares, locales, en que a través de la denuncia y la demanda de justicia los familiares de las víctimas han conseguido organizar e integrar sus experiencias, sus saberes adquiridos, sus certezas y creencias, sus emociones y sentimientos, en fin, sus mundos morales, tanto así como sus redes de sociabilidad, para generar modalidades particulares de activismo y protesta. En este sentido, el interés ha sido comprender las formas en que se manifiesta la protesta generada por personas de carne y hueso, y poder así conocer más acerca de los lenguajes políticos de los sectores populares.
En la protesta contra la violencia policial los muertos tienen un valor central. Nombrándolos, agitando las pancartas con sus rostros que se conservan siempre jóvenes, indemnes frente al paso del tiempo, los familiares denuncian. En cada acto o movilización, en los discursos, o por medio de los volantes caseros que relatan sus muertes y que así, presentan una biografía y cuentan una historia, estos carteles y pancartas, como epitafios sin amarre a una tumba, publican la muerte y hacen pública la denuncia. Algunas otras de las formas en que se expresa la protesta, la denuncia y la confrontación con el poder policial nos muestran acciones y lenguajes con los que un grupo puede actuar, dramatizar si se quiere, al tiempo que su propio valor, la destitución simbólica del status del otro al que se insulta. Esto ocurre en aquellas protestas que funcionan a modo de rituales de humillación, en los que junto a consignas de un repertorio político más o menos estandarizado, se incorporan insultos de carácter sexual –que revelan una crítica al poder travestida en indicadores genéricos- y representaciones burlonas. A este tipo de práctica corresponde el “escrache”, forma de protesta compartida desde mediados de los ’90 con otras organizaciones tradicionales de derechos humanos -especialmente con la organización H.I.J.O.S-. Escrachar en lunfardo significa fotografiar, “romper la cara”, “prontuariar”; y en sentido más amplio significa “poner al descubierto a alguien”. Y esa es precisamente la idea de esta actividad: al tiempo que demandar justicia, denunciar públicamente, repudiar, y frente al resto de la comunidad, denostar, deshonrar. Los escraches, como ritual de humillación, actúan una forma de protesta temeraria, popular, relativamente desorganizada y por fuera de los moldes de la protesta tradicional ajustada a los patrones políticos convencionales, pero no por ello menos política, en tanto cuestionan, discuten, impugnan y exigen.
La serie de fotografías ha buscado articular lugares y prácticas; mostrar los diversos lugares que, a fuerza de presencias y de prácticas, de cánticos, de carteles y banderas, en fin, de nuevas rutinas aprendidas, devienen -como señala De Certeau- espacios vividos, puntos significativos de un mapa habitado, lugares practicados que nos muestran una geografía de acciones. Lugares que devienen espacio donde la protesta, la impugnación y la denuncia se despliega: en una protesta en la Plaza de Mayo con cartel casero, y en dos “escraches”: uno, ante las puertas de una comisaría en la Ciudad de Buenos Aires, con una performance burlona; otro, a las puertas de la casa de un policía, en un barrio pobre del Gran Buenos Aires.